Andrés Santelices, presidente de Educleta, desmenuzó ante las cámaras de Chilevisión un problema cotidiano que afecta a millones de peatones: el funcionamiento real de las botoneras en los semáforos chilenos. “Estos dispositivos son como cartas enviadas al futuro: la respuesta llega, pero no cuando uno la espera”, explicó con una metáfora que resonó en el equipo periodístico.
El análisis reveló una paradoja urbana: aunque el 78% de los santiaguinos reconoce haber usado alguna vez estos botones (según datos del INE), pocos entienden su verdadero mecanismo. Santelices aclaró que “presionar el botón no es un interruptor mágico, sino una solicitud que se suma a un ciclo semafórico predeterminado”. El especialista demostró con un cronómetro cómo, en avenidas como Grecia, el sistema puede tomar hasta 50 segundos en responder para no colapsar el flujo vehicular.
La investigación en terreno mostró situaciones críticas: botoneras sin señalética, otras con mecanismos averiados, y especialmente dramático, el caso de adultos mayores que esperan inútilmente frente a cruces que nunca se activan.
Educleta propuso tres soluciones concretas: instalar pantallas que indiquen el tiempo restante para el cambio peatonal (como ya existe en Las Condes), crear una norma que obligue a mantención trimestral de estos dispositivos, y una campaña nacional para enseñar su uso correcto. “La tecnología debe servir a las personas, no al revés”, concluyó Santelices, mientras en pantalla se mostraba el contraste con sistemas de Dinamarca, donde luces azules confirman inmediatamente que el cruce fue solicitado.
Desde ahora, cuando miles de chilenos presionen el botón de algún semáforo, lo harán con nuevos ojos. Y quizás, con la esperanza de que pronto nuestras ciudades respondan con la misma premura con que exigimos seguridad.

